Esperanza de vida en América Latina: 13 años de diferencia entre nacer en Chile y nacer en Bolivia
La esperanza de vida al nacer es uno de los termómetros más claros del bienestar de una sociedad. Resume, en un solo número, el resultado combinado de los sistemas de salud, las condiciones socioeconómicas, la seguridad, el entorno ambiental y los estilos de vida.
A partir de las estimaciones de World Population Prospects (ONU) para 2024, sistematizadas por Statbase, analizamos la esperanza de vida al nacer en los países latinoamericanos. El panorama es claro: la región comparte idioma e historia, pero no comparte las mismas oportunidades de vivir muchos años y con buena salud.
1. El ranking: quién vive más y quién vive menos en la región
Según las proyecciones 2024, usando los datos que recopilamos:
Chile encabeza la lista con 81,4 años de esperanza de vida al nacer.
Le siguen Costa Rica (81,0) y Panamá (79,8).
En el otro extremo se encuentra Bolivia, con 68,7 años.
Entre el primer y el último lugar hay casi 13 años de diferencia en la cantidad de vida que una persona puede esperar al nacer.
Tabla de esperanza de vida al nacer (años, 2024)
Ordenados de mayor a menor:
Chile – 81,4
Costa Rica – 81,0
Panamá – 79,8
Uruguay – 78,3
Colombia – 77,9
Perú – 77,9
Ecuador – 77,6
Argentina – 77,5
Brasil – 76,0
México – 75,3
Nicaragua – 75,1
Paraguay – 74,0
Honduras – 73,0
Guatemala – 72,7
Venezuela – 72,7
El Salvador – 72,3
Bolivia – 68,7
Aunque todos los países comparten la etiqueta de “América Latina”, los valores describen tres bloques bastante distintos.
2. Tres grupos de países según su esperanza de vida
2.1. Grupo alto: 78 años o más
Chile, Costa Rica, Panamá y Uruguay se ubican en el grupo de mejor desempeño, con esperanzas de vida entre 78 y 81 años.
Rasgos comunes (con matices):
Sistemas de salud relativamente más organizados y con mayores niveles de cobertura (aunque lejos de ser perfectos).
Mayor inversión pública en salud por habitante que la media regional.
Transición demográfica más avanzada: menor mortalidad infantil y mayor proporción de población adulta mayor.
Mayor grado de urbanización e infraestructura sanitaria básica (agua potable, saneamiento, vacunación) respecto de países rezagados.
En estos países, el debate ya no es solo “cómo evitar muertes tempranas”, sino “cómo sumar años de vida saludable”: manejo de enfermedades crónicas, salud mental, envejecimiento activo, etc.
2.2. Grupo medio: entre 75 y 78 años
Aquí encontramos a Colombia, Perú, Ecuador, Argentina, Brasil, México y Nicaragua.
Es un grupo heterogéneo: combina economías grandes (Brasil y México), sistemas de salud fragmentados con avances importantes (Colombia), y países andinos que han mejorado mucho en reducción de pobreza y mortalidad infantil, pero aún arrastran brechas territorio por territorio.
Elementos clave:
Reducción de la pobreza y expansión de la educación básica en las últimas décadas han elevado la esperanza de vida de forma importante.
A pesar de ello, persisten:
fuertes desigualdades urbano–rural,
diferencias marcadas según nivel de ingreso y educación,
y sistemas de salud segmentados (público vs. privado vs. seguridad social) que ofrecen calidades muy diferentes.
Este grupo es donde más se juega el futuro demográfico de la región: un salto cualitativo en cobertura efectiva de salud, seguridad ciudadana y prevención de enfermedades crónicas podría empujarlos hacia los niveles del grupo alto.
2.3. Grupo bajo: menos de 75 años
Finalmente, Paraguay, Honduras, Guatemala, Venezuela, El Salvador y Bolivia se sitúan por debajo de los 75 años, con Bolivia como caso extremo (68,7 años).
Aquí se combinan varios factores:
Menores niveles de ingreso per cápita y mayor proporción de población en pobreza.
Brechas significativas en acceso a servicios básicos (agua, saneamiento, vivienda adecuada).
Sistemas de salud públicos con subfinanciamiento crónico, alta dependencia de cooperación externa o remesas, y dificultades para retener personal de salud.
En algunos casos, violencia letal elevada, crisis políticas y migratorias, que aumentan la mortalidad especialmente de población joven y masculina.
En este grupo, la prioridad sigue siendo evitar muertes evitables: mortalidad infantil, materna, enfermedades infecciosas, desnutrición, violencia y accidentes.
3. ¿Por qué algunos países viven más que otros? Cinco factores clave
Aunque cada país tiene su propia historia, hay cinco grandes variables que ayudan a entender el mapa.
3.1. Ingreso, desigualdad y protección social
No es solo cuánto ingreso tiene un país, sino cómo se distribuye y qué tan protegido está el ciudadano frente a shocks (enfermedad, desempleo, vejez).
Países con mayores niveles de PIB per cápita y sistemas de protección social más consolidados tienden a mostrar esperanzas de vida más altas.
La desigualdad en América Latina sigue siendo una de las más altas del mundo: dos personas en el mismo país pueden vivir en “mundos de esperanza de vida” completamente diferentes según su barrio, su trabajo y su nivel educativo.
3.2. Sistemas de salud: cobertura real, no solo legal
Muchos países latinoamericanos han declarado la cobertura universal en salud en el papel, pero la clave es la cobertura efectiva:
¿Hay médicos, enfermeras y medicamentos disponibles en el lugar donde vive la gente?
¿Las personas pueden realmente hacerse exámenes preventivos y controles periódicos?
¿Cuánto del gasto en salud sale del bolsillo de la gente?
Los países mejor posicionados suelen tener:
redes más extensas de atención primaria,
programas de vacunación fuertes,
y un cierto nivel de financiamiento público que reduce la barrera económica de acceso.
3.3. Seguridad y violencia
En varios países, la violencia letal (homicidios) y los accidentes de tránsito reducen drásticamente la esperanza de vida, sobre todo en varones jóvenes:
Incluso con buenos logros sanitarios, una alta mortalidad por homicidios o accidentes puede “tirar hacia abajo” el indicador promedio.
Países con fuertes desafíos en seguridad tienden a aparecer más abajo en la tabla, pese a avances en otros frentes.
3.4. Transición epidemiológica y estilos de vida
La región vive una doble carga de enfermedad:
Aún existen problemas vinculados a la pobreza (desnutrición, enfermedades infecciosas).
Pero a la vez crecen los casos de enfermedades crónicas no transmisibles (diabetes, hipertensión, cáncer), asociadas a dietas poco saludables, sedentarismo y consumo de tabaco/alcohol.
Los países que han avanzado más en prevención y manejo de estas condiciones crónicas suelen ver elevarse más la esperanza de vida.
3.5. Entorno ambiental y cambio climático
Factores como:
calidad del aire,
acceso a agua segura,
exposición a desastres naturales,
también impactan la mortalidad, aunque muchas veces de forma indirecta. América Latina es especialmente vulnerable a eventos extremos (huracanes, lluvias intensas, sequías), que pueden desencadenar crisis sanitarias en países con sistemas menos resilientes.
4. Lo que nos dicen estos datos para el futuro de la región
La fotografía de 2024 sugiere varias líneas de reflexión:
No es inevitable estar abajo
Varios países han mejorado sustancialmente su esperanza de vida en las últimas décadas gracias a políticas relativamente sencillas (vacunación, atención primaria, educación de las madres, acceso a agua potable).
La experiencia de países como Chile, Costa Rica, Panamá o Uruguay muestra que es posible alcanzar niveles cercanos a los de países desarrollados, incluso con recursos limitados, si se prioriza la salud pública y la protección social.
La próxima frontera ya no es solo vivir más, sino vivir mejor
En los países del grupo alto, el desafío pasa a ser calidad de vida en la vejez: dependencia, demencias, soporte familiar, pensiones, ciudades amigables con personas mayores.
Desigualdades internas más grandes que las externas
Dentro de un mismo país, las diferencias de esperanza de vida entre regiones, grupos étnicos o quintiles de ingreso pueden ser tan grandes como las que vemos entre países distintos.
La política pública debe mirar “dentro de las fronteras”, no solo compararse con los vecinos.
Salud, educación y seguridad van juntas
La evidencia internacional muestra que mayor escolaridad (sobre todo de las mujeres) se asocia con menor mortalidad infantil, mejor nutrición y más uso de servicios de salud preventivos.
De poco sirve mejorar el sistema de salud si la violencia homicida o la inseguridad alimentaria permanecen constantes.
5. Ideas de política: qué podrían hacer los países según su grupo
Países del grupo alto (Chile, Costa Rica, Panamá, Uruguay)
Enfocarse en envejecimiento saludable: prevención de crónicas, salud mental, pensiones, ciudades amigables.
Reducir desigualdades internas (urbano–rural, socioeconómicas) que aún persisten.
Países del grupo medio (Colombia, Perú, Ecuador, Argentina, Brasil, México, Nicaragua)
Consolidar la cobertura efectiva de salud, especialmente en áreas rurales y periferias urbanas.
Integrar mejor los subsistemas (público, seguridad social, privado) para reducir brechas de calidad.
Políticas fuertes de prevención de violencia y accidentes.
Países del grupo bajo (Paraguay, Honduras, Guatemala, Venezuela, El Salvador, Bolivia)
Priorizar intervenciones de alto impacto y bajo costo:
vacunación,
agua y saneamiento,
nutrición materno-infantil,
atención primaria básica.
Fortalecer la resiliencia del sistema de salud ante crisis económicas, políticas o climáticas.
Integrar políticas de seguridad ciudadana y reducción de violencia como parte de la agenda de salud pública.
6. Conclusión: de los años de vida a los años de vida con sentido
Las cifras de esperanza de vida no son solo números fríos. Nos dicen cuántos años puede aspirar a vivir una persona promedio en cada país, pero también hablan de qué tan bien cuidamos a nuestros niños, a nuestras madres, a nuestros adultos mayores y a nuestras comunidades más vulnerables.
La brecha de casi 13 años entre Chile y Bolivia no es una maldición geográfica: es el resultado acumulado de decisiones (y omisiones) políticas, económicas y sociales. Reducir esa brecha no es solo una cuestión técnica de salud; es, sobre todo, una decisión de proyecto de país.